En el corazón del distrito praguense de Ořechovka, en República Checa, este nuevo pabellón redefine el espíritu del club de tenis local. Concebido como una estructura liviana, elevada sobre columnas, el edificio evoca la serenidad de los spa y las columnatas clásicas, en diálogo directo con el entorno natural del parque que lo rodea.

Diseñado por la firma Pavel Hnilička Architects+Planners, sobre el terreno donde en la época de la Primera República se alzaba una casa club de madera —más tarde reemplazada por una construcción modular de los años 80 que sobrevivió casi medio siglo—, este nuevo volumen retoma con sensibilidad el legado del sitio y propone una arquitectura donde lo clásico y lo contemporáneo se funden con elegancia.

El lenguaje formal de la construcción incorpora elementos arquitectónicos tradicionales: un zócalo, una sucesión de columnas sutiles y una cornisa que corona el conjunto con sobriedad. También, las columnas de roble, además de cumplir una función estructural, dialogan con la precisión artesanal de las vigas en voladizo, cuyos extremos se afilan para aligerar la silueta del tejado. El resultado es una composición armónica donde priman la calidad, la durabilidad y el oficio.

Detalles del diseño del club de tenis

Otra parte elevada del edificio alberga una cafetería acristalada y abierta por tres costados, que se conecta con vestuarios, zonas de juego, baños públicos y espacios de almacenamiento. Una escalera de caracol conduce al mirador ubicado en la azotea: un gesto arquitectónico que no solo ofrece vistas, sino que disimula con maestría una subestación de ladrillo preexistente.

Hacia el frente, amplias escalinatas con gradas integradas marcan el eje con la Plaza Machar, ofreciendo un punto de encuentro vibrante. Por el lado oriental, el terreno se eleva suavemente para extender la terraza de la cafetería, un espacio clave para los encuentros al aire libre y juegos de petanca que animan la vida social del club.

El proyecto fue diseñado y ejecutado por el estudio checo ARCUS-Růžička, reafirmando que la arquitectura, incluso en su escala más doméstica, puede ser un puente entre la historia, la función y la belleza.