El edificio de Ciencias de la Javeriana es un ícono de sostenibilidad e innovación arquitectónica

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El edificio de Ciencias de la Javeriana es un ícono de sostenibilidad e innovación arquitectónica

Alejandro Arango / @sitioestudio.co

El origen del edificio de Ciencias se remonta a un concurso de arquitectura, herramienta que la Pontificia Universidad Javeriana ha consolidado como política para asegurar calidad e innovación en su planta física. El arquitecto bogotano Daniel Bonilla y su equipo resultaron seleccionados a través de este proceso, no solo por resolver de manera eficiente el complejo programa de laboratorios de docencia e investigación, sino por su sensibilidad urbana, su respeto por el patrimonio y su capacidad para proyectar una imagen de futuro para la universidad.

Desde el principio, el concurso planteó grandes desafíos: articular una edificación con una fuerte presencia urbana sobre la carrera séptima, integrar el campus de norte a sur y establecer un diálogo respetuoso con el edificio patrimonial Pablo VI, diseñado por el arquitecto santandereano Aníbal Moreno.  

El terreno, en forma de L, rodea el edificio patrimonial. “Nuestro propósito era que el bloque de Ciencias acompañara al patrimonial como si fuera un telón de fondo”, afirma Bonilla. Por este motivo, el proyecto desplaza su masa principal hacia el norte, creando un nuevo acceso peatonal al campus desde este costado, mientras libera el área frente al inmueble patrimonial, generando una plataforma pública en la cubierta del volumen más bajo, que ofrece su frente a la carrera séptima. 

Este gesto urbano estructura la circulación norte-sur del campus, y da lugar a una zona colectiva con jardines, plazas y escalinatas que enriquecen la experiencia universitaria. “El espacio público de Ciencias hace una especie de antesala al Pablo VI. Antes estaba algo oculto, pero hoy en día lo veo en su totalidad”, comenta Liliana Pinto, arquitecta del área de Recursos Físicos de la universidad. El resultado es una puesta en valor del patrimonio no solo desde el diseño formal, sino desde su integración con el paisaje del campus.

Ubicado en el extremo norte del campus, sobre la carrera séptima con calle 45, el edificio contribuye a consolidar la presencia de la Javeriana frente a este importante corredor urbano de Bogotá. No se trata de una pieza aislada, sino de una intervención clave dentro del plan maestro de la institución, que busca conformar una imagen reconocible y abierta a la ciudad.

“Queríamos definir un perfil de la Universidad Javeriana sobre la carrera séptima —explica el ingeniero Javier Forero, director de Recursos Físicos de la universidad—, desde la calle 39 hasta la 45; todo el frente establece un perfil muy claro y una apuesta en términos arquitectónicos, de imagen y de relación con la ciudad”. 

Un edificio que se adapta a los cambios

El edificio de Ciencias debía responder a un programa complejo, que incluye una variedad de laboratorios de investigación, además de múltiples espacios de docencia. Esta diversidad implicaba una solución altamente flexible, capaz de ajustarse a las transformaciones propias del quehacer científico. “Los laboratorios de investigación son programas inestables en el tiempo, por lo que es muy importante que ese edificio pueda ir migrando de unas investigaciones a otras”, dice Bonilla. 

La respuesta fue un proyecto con plantas totalmente libres, sostenido por cuatro núcleos de concreto que concentran las circulaciones verticales y las instalaciones técnicas, y unas vigas Vierendeel —que son en celosía de tipo ortogonal, sin diagonales—, que vencen las grandes luces sin requerir apoyos intermedios. 

Este diseño estructural permite que los espacios interiores se configuren con libertad, lo que favorece la transformación futura de los laboratorios según las demandas académicas. La complejidad técnica del edificio —que incluye sistemas especializados, criterios de bioseguridad y altos estándares operativos— se resuelve mediante grandes ductos verticales que irrigan cada piso. Así, el proyecto logra conjugar flexibilidad, funcionalidad y eficiencia, sin sacrificar calidad espacial.

Uno de los aspectos más valorados del proyecto es su capacidad para establecer un diálogo respetuoso y sugerente con el edificio Pablo VI. En lugar de competir con él, lo acompaña y enmarca. Esta relación se construye no solo desde la forma —un volumen puro, sin artificios, que funciona como fondo escénico—, sino también desde la materialidad. 

La base del edificio de Ciencias —o plataforma— está construida en ladrillo de gran formato color arena, una reinterpretación contemporánea del ladrillo rojo tradicional usado en el patrimonial. Sin embargo, los patios interiores contrastan con esta apariencia sólida: allí predominan el vidrio, la vegetación y los reflejos. Esto genera atmósferas más ligeras, abiertas y luminosas. 

En la torre, la fachada está compuesta por láminas metálicas microperforadas de tonalidad cálida, dispuestas con distintos niveles de densidad de acuerdo con la orientación solar. Esta piel no solo responde a criterios bioclimáticos, sino que además aporta una profundidad visual al volumen y establece un sutil homenaje al detalle compositivo de Aníbal Moreno.

El resultado es una arquitectura rica, que apuesta por la durabilidad, el bajo mantenimiento y el uso responsable de los recursos. Ladrillo, concreto y metal definen una paleta monocromática sobria pero expresiva, que refuerza el carácter institucional y atemporal del conjunto.

El nuevo edificio de Ciencias no es solo una respuesta técnica a un programa complejo. Es una apuesta simbólica, un gesto de apertura hacia la ciudad, una afirmación de la identidad institucional y un compromiso con la arquitectura de calidad. En esta obra se resumen los valores que la universidad busca proyectar en su futuro: excelencia académica, responsabilidad ambiental, respeto por el patrimonio y una arquitectura contemporánea que esté a la altura de los desafíos de su tiempo. 

Cinco puntos para destacar de esta obra

1. La volumetría y materialidad del edificio dialogan, enmarcan y resaltan el patrimonio arquitectónico, sin competir con él.

2. La arquitectura articula los accesos del campus universitario y su circulación norte-sur, lo que genera una plataforma pública en la cubierta del volumen más bajo.

3. El edificio proyecta una imagen institucional clara y reconocible frente a la ciudad.

4. La solución estructural ofrece una flexibilidad espacial que permite adaptarse a la evolución científica.

5. Paisaje y arquitectura se integran a través de patios, luz y vegetación.

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