El edificio Shanghai Tower, que irrumpió en el paisaje urbano de esta ciudad como el más alto de China, contiene este lujoso hotel diseñado por la firma BLD, fundada en 1989 por el diseñador bogotano Óscar Llinás junto con otros dos socios, el estadounidense Robert Bilkey y Mauricio Salcedo.

Radicada hace más de tres décadas en Estados Unidos, BLD ha desarrollado importantes proyectos no solo en Norteamérica sino también en Asia. “Nos hemos interesado por la cultura china, valoramos su ancestralidad. De hecho, los elementos de carácter simbólico presentes en este edificio son el resultado de ese interés”, comenta Óscar Llinás.

Ciertamente, la puesta en valor de esa cultura les ha permitido llevar a cabo proyectos de gran calado como este. Muestra de ello es que el J Hotel ha obtenido un gran reconocimiento, e incluso en la obra luce una placa concedida por las autoridades chinas, algo poco frecuente en casos en que los autores son extranjeros.

La propuesta del diseño del hotel
Una de las condiciones para el diseño de los interiores del J Hotel era que los elementos arquitectónicos y decorativos lograran identificarse con la ciudad de Shanghái. De ahí que el color verde sea protagonista: “Utilizamos una textura a base de cuero para revestir las paredes de este tono”, explica Llinás.

Así mismo, usaron recubrimientos en rojo, como los acabados de resina presentes en las paredes del restaurante chino —donde se aplica una técnica de tallado tradicional de esta región del mundo— y la imponente puerta de acceso o Shanghai Gate, fabricada en cristal por artesanos tailandeses.

Respecto al edificio, su imponencia no se debe únicamente a su altura de más de medio kilómetro —632 metros, distribuidos en 128 pisos—, sino también a su composición formal y material.

Consiste en una estructura de planta centralizada, en torno a la cual disponen el programa arquitectónico, junto a una envolvente de aspecto ligero y geometría sinuosa, expresada en las suaves curvas que ascienden desde el primer hasta el último nivel.

Con todo lo anterior, la torre se afirma en su contexto mirando hacia el futuro. Esta se organiza a partir de la superposición de tres grandes componentes: oficinas, restaurantes y el J Hotel.

En lo que respecta al J Hotel, una promenade arquitectónica flanqueada por columnas iluminadas de ocho metros de altura conduce a la puerta de acceso o Shanghai Gate, hecha con bloques de cristal. Luego, en el piso 101, el visitante se encuentra con el lobby, desde donde puede dirigirse a las habitaciones, distribuidas entre los niveles 80 y 100.

Otro de los restaurantes del hotel es el dedicado a la comida italiana. En ese espacio, los arquitectos de BLD aprovecharon la generosa altura —hay un vacío de más de 20 pisos— para situar una serie de arcos de medio punto elaborados delicadamente en metal, con el fin de suavizar un poco las fachadas arquitectónicas del edificio.

Por otro lado, las habitaciones buscan resguardar la privacidad de sus huéspedes, desplazándose hasta quince metros al interior. Para ello, la envolvente del edificio está conformada por una doble piel que crea una sensación de intimidad.

Entre una capa y otra ubicaron jardines poblados de vegetación, lo que transforma el entorno inmediato de un paisaje urbano denso y convulso en uno más natural, sosegado y ameno.

“Existen dos tipos de habitaciones: una que obedece a las directrices del gobierno chino y otra donde tuvimos mayor libertad en cuanto al diseño. No obstante, ambas se basan en la premisa de que, a mayor tamaño, mejores condiciones de habitabilidad; esta es una idea muy relacionada con la cultura asiática que aplicamos en el proyecto”, señala el diseñador bogotano.

El interiorismo es imposible de ignorar: la paleta de materiales utilizada es abundante y el mobiliario, exquisito. Se destaca el mosaico del restaurante chino, donde en un sinuoso muro se presentan imágenes alusivas a la cultura de este país, usando una técnica milenaria que contrasta diferentes colores.

Así mismo, sobresalen los cristales importados desde la antigua región de Bohemia, en República Checa; los ladrillos vidriados fabricados artesanalmente en Tailandia; el mármol natural en distintas tonalidades, y en general, materiales que no propagan el fuego.

Esto último significó un desafío para los arquitectos, pues su repertorio material estuvo condicionado por las regulaciones chinas, que impiden incluir elementos con baja tolerancia al fuego.

A pesar de las restricciones, nadie duda de que se trata de una obra de calidad, que está recibiendo varios reconocimientos en China e internacionalmente por su propuesta arquitectónica y de interiorismo.
Cinco puntos para destacar
1. La doble piel del edificio se interrumpe en algunos pisos, dependiendo de los requerimientos funcionales del espacio.
2. Artesanos tailandeses se encargaron de fabricar en cristal la puerta de acceso, o Shanghai Gate.
3. Se aprovechó la altura del restaurante italiano para instalar unas bóvedas de cañón hechas en malla metálica, que además de evocar la arquitectura romana están en sintonía con la materialidad acristalada del edificio.
4. El lobby del J Hotel está en el piso 101. Sus habitaciones van del 80 al 100.
5. Todas las áreas de este hotel tienen diversas interpretaciones de la vasta cultura china.