Al hablar del sector de la construcción, es inevitable imaginar una torre grúa y un edificio de apartamentos en obra negra, estructuras verticales de concreto y ladrillo que aparecen en las ciudades y municipios del país.
Generalmente, los indicadores sobre esta actividad se centran en la edificación de proyectos residenciales, pues al estar sujetos al mercado son los que más mueven la economía. Asociamos y equiparamos, de manera indistinta, la construcción con la vivienda.

Sin embargo, este rubro no se enfoca solamente en el sector inmobiliario, sino que también interviene en múltiples campos, donde el retorno de la inversión no necesariamente es de índole económica sino social.
Tal es el caso de la educación. La construcción de colegios y jardines infantiles ha tomado fuerza en Colombia durante los últimos veinte años, gracias a iniciativas tanto públicas como privadas. Programas como Buen Comienzo, en Medellín, lograron la implementación de guarderías de calidad, donde los niños y bebés de barrios vulnerables tienen acceso a educación y alimentación.

Muchos de estos proyectos, al igual que los colegios públicos que se construyeron en las comunas de dicha ciudad años antes, los diseñaron arquitectos reconocidos que ganaron los concursos públicos que se promovieron para tal fin.
Igualmente, entre 2010 y 2014, con el amparo de la Estrategia Nacional para la Atención Integral a la Primera Infancia “De cero a siempre”, el Gobierno nacional construyó centros de desarrollo infantil en varios municipios del país, como Uribia (La Guajira), Villa Rica (Cauca) y Valle de Sibundoy (Putumayo).

Hoy, según cifras oficiales del último año, 341.417 niños y adolescentes colombianos han abandonado sus estudios, debido en gran parte a la pandemia y a factores de orden público. A finales del 2022, el Ministerio de Educación reportó que el 55 % de las sedes educativas no cuenta con servicio de agua potable, el 11 % tiene energía eléctrica intermitente y el 60 % carece de conexión a internet.
La propuesta de los edificios para la educación
En cuanto a la calidad de los centros de educación en Colombia, aún hay mucho trabajo por hacer, sobre todo si se tiene en cuenta que estos equipamientos son, en muchos casos, el único espacio colectivo para la población. Las políticas nacionales para la formación escolar buscan que las escuelas y colegios se conviertan en centros comunitarios donde la gente de la localidad se fortalezca.

Por otro lado, desde el Ministerio de Educación se hace énfasis en que una de las bases fundamentales de la educación actual debería ser la salud mental tanto de estudiantes como de profesores.
Todo esto sugiere que un colegio, una escuela pública o un jardín infantil son mucho más que simplemente espacios para la enseñanza. En Colombia, estos lugares son también centros de reunión comunitaria, comedores colectivos y sedes para la asistencia social.

Si las políticas públicas entienden que la educación trasciende lo académico, la arquitectura que da cuerpo a estos edificios debe producir obras de calidad técnica y constructiva, con una arquitectura abierta que invite a las personas a hacer uso de ella.
En esta edición de AXXIS veremos dos ejemplos de arquitectura escolar diseñada para la primera infancia. Pese a que el proyecto de Bogotá es público y el de Medellín es privado, ambos comparten una preocupación fundamental por la integración con el entorno, donde el uso de materiales nobles y duraderos se combina con el color, en medio de espacialidades diversas.

Lejos de ser simples sellos arquitectónicos que se repiten, ambos proyectos se llevaron a cabo teniendo en cuenta específicamente el clima y las condiciones sociales de su contexto.
La oportunidad que presenta la educación para la construcción reclama obras donde la calidad arquitectónica y constructiva va más allá de la idea de infraestructura para aportar a la inversión más importante que podemos hacer: nuestro futuro.