Para los antiguos griegos, la arquitectura y la geografía eran lo mismo. El relieve de la superficie terrestre y los edificios construidos sobre este eran dos manifestaciones materiales, en continuidad la una con la otra. Sus templos y teatros se erigían hasta coronar y completar las cumbres de los montes del Mediterráneo, adaptándose a la pendiente de sus laderas.


Desde entonces, ha sido ineludible la relación que existe entre construir y modificar el suelo, moldearlo, contenerlo o aplanarlo, para que sobre este aparezca nuestro espacio habitable. El movimiento de la tierra es siempre —o casi siempre— la primera acción edificatoria de cualquier obra de arquitectura.

Este refugio de 54 metros cuadrados, ubicado en la localidad cordobesa de La Paisanita, en Argentina, establece un vínculo con la montaña en la que se construyó, sin modificar su superficie. Sus diseñadores, los arquitectos Agustín Berzero y Manuel González Veglia, de la firma Tectum Arquitectura, propusieron un volumen flotante que se apoya en columnas sobre la inclinación natural del lote.

La arquitectura del edificio

La posición de la obra permite construir el volumen sin que su altura sobrepase la cota superior de la montaña, para no obstruir la vista. Por otro lado, configura su acceso desde arriba, en un mirador, para luego bajar al habitáculo. El proyecto se despega de la topografía para dialogar con ella, ya que es topográfico y aéreo al mismo tiempo.


En su planta rectangular se distribuye un programa sencillo, que ubica los servicios en el centro, y la sala y la habitación en cada extremo. Sobre el núcleo de servicios aparece un mezzanine, que respeta la doble altura de la alcoba y el salón.

En este proyecto, el concreto expuesto se utiliza como el único material constructivo de la obra. Tanto el sistema estructural como el de fachadas se vaciaron en hormigón, lo que se traduce en una expresión monolítica y escultórica. Un cuerpo pétreo flotando en medio de los árboles.

El interior se revistió con madera, un material cálido en contraposición al concreto. Espacialmente, el refugio es un balcón que opera a múltiples escalas: desde la íntima, en la que el mezzanine se asoma sobre los ambientes del piso inferior, hasta la del paisaje, con el palco sobre su frente y la terraza en su cubierta.

Si la construcción y la geografía se mezclan para que aparezca la arquitectura, en el presente proyecto esta surge de la acción de desligarse del suelo. Una caja abstracta y emotiva, apenas apoyada, que parece levitar.