El diseño de este apartamento en Bogotá logró un cálido minimalismo

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El diseño de este apartamento en Bogotá logró un cálido minimalismo

Iván Ortiz

Por medio de una estrategia de diseño sencilla, afín al lenguaje visual de su autora, la diseñadora de interiores Catherine Moggio, este apartamento se caracteriza por el uso de una gran variedad de texturas y una limitada gama de colores.

En su mayoría, estas texturas son de origen natural, como la madera y las fibras, y su paleta cromática abarca tonos neutros, como beige, arena y gris claro.

“Una de las premisas más importantes de este proyecto fue la combinación de diferentes texturas utilizando pocos colores”. Así resume Moggio la sobriedad que caracteriza el interior.

El proyecto empezó en obra gris: la constructora A. Cohen había iniciado el proceso de instalación de acabados cuando la diseñadora recibió el encargo, por lo que desde un comienzo el componente arquitectónico y el interiorismo trabajaron de la mano, potenciando así los resultados. 

Los propietarios del inmueble son una pareja de recién casados que esperaban su primer hijo, por lo cual el programa debía incluir una habitación especialmente diseñada para el bebé, y otras dos secundarias.

El diseño del apartamento

La alcoba principal, que colinda con el verdor del paisaje exterior, se concibió a partir de una estética minimalista y cálida, un concepto que puede parecer paradójico por la aparente oposición entre las dos palabras, pero que se hace evidente en la deliberada falta de objetos vistosos o excesivos, en contraste con la minuciosa selección de materiales ricos en texturas. 

De este modo, se contradice una de las críticas más pugnaces contra la corriente minimalista, basada en el argumento de que esta construye espacios fríos e impersonales. Este diseño aprovecha las cualidades físicas de los materiales —tanto los revestimientos de paredes y pisos, como las superficies de los muebles— para crear ambientes acogedores y sobrios. Así pues, su calidez se deriva de la belleza visual y táctil de la materialidad, y no solo de la decoración.  

Muestra de ello es que “todas las paredes se revistieron con papel de colgadura, la mayoría de estos suaves al tacto y de aspecto cremoso”, comenta Catherine. En cada una de las habitaciones instalaron un papel diferente, buscando aportar un estilo propio a cada estancia, pero procurando mantener siempre un mismo lenguaje creativo. 

En cuanto a los muebles, prácticamente todos se fabricaron a la medida. “Los propietarios pensaron en este apartamento como su vivienda a largo plazo, por lo que todo, salvo el sofá del estudio —que se encontraba en una vivienda anterior—, se elaboró o adquirió específicamente para este proyecto”, señala la diseñadora. De ahí que la estética que lo define busque ser, además de sobria, atemporal. 

Cabe señalar que el mobiliario también debía satisfacer necesidades específicas de los habitantes, por lo que su diseño responde a las funciones que presta cada uno. Entre estos sobresalen el sofá, las mesas de centro y de noche, y el comedor, pero en especial el mueble de la chimenea, que se fabricó de acuerdo con una serie de especificaciones muy precisas: tenía que alojar un televisor de gran tamaño, pero a la vez ocultarlo fácilmente.

Para esto la diseñadora instaló unas puertas corredizas de madera, que abren y cierran dependiendo de la actividad que se realice. Así, la sala ofrece la posibilidad de servir como un espacio de reunión o dedicado a la televisión. 

Lo anterior explica uno de los mayores retos del proyecto. “Los tiempos de ejecución de la carpintería arquitectónica y algunas piezas del mobiliario fueron largos, debido a que el trabajo en madera suele ser dispendioso. Usamos roble francés en todos los casos”, cuenta.  

La iluminación fue otra de las claves. La diseñadora dispuso las luces en función de las condiciones del espacio y la imagen que quería transmitir, ya que la entendió como parte integral del proyecto.

“Usé únicamente luz cálida, indirecta en algunos puntos —como los cortineros— y directa en el resto del apartamento”. En efecto, este se beneficia de la luz natural que atraviesa los amplios ventanales que lo envuelven, los cuales no solo conectan visualmente con el exterior, sino que inundan de luz el interior. 

Por último, la curaduría de arte está en su etapa final. Algunas piezas ya se adquirieron y otras están por escogerse. En esto trabajan diseñadora y cliente mancomunadamente. No es de extrañar, pues, que la imagen final de este apartamento refleje tanto la identidad de sus habitantes como el vocabulario formal de Moggio.

Cinco puntos para destacar

1. Las generosas vistas de la ciudad y de los cerros orientales se destacaron gracias a un diseño sobrio, desprovisto de excesos y detalles vistosos. 

2. Texturas lisas y rugosas, en tonos neutros, caracterizan la imagen general del proyecto.

3. La diseñadora trabajó de la mano con la constructora del edificio, desde que el apartamento estaba en obra gris.

4. Casi todos los muebles se diseñaron y fabricaron a la medida, según los requerimientos funcionales de los dueños.

5. Los papeles de colgadura revisten cada una de las paredes, aportando calidez y toques de sofisticación al apartamento.  

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