Quizás una de las condiciones más elementales de la arquitectura es ser un refugio. Por eso nos protegemos de la inclemencia de la intemperie con muros, pisos y techos, y domesticamos un mundo salvaje para habitarlo. El deseo de una vida bucólica —aquel que añora el campo— se materializa en la idea del refugio con un espacio recogido en medio del paisaje.

Uno de los arquetipos del refugio es la cabaña, una construcción pequeña, casi siempre en piedra o madera, que se erige en lugares agrestes. En esta obra, diseñada por los chilenos Gonzalo Rufin Arquitectos + Felipe Toro, se recogen los valores del refugio y de la cabaña para reinterpretar su arquitectura.

Construida en la localidad costera de Matanzas (Chile), esta cabaña distribuye sus 80 metros cuadrados en tres niveles. La planta inferior alberga la zona social, una barra de cocina y un baño; además, en sus extremos aparecen dos terrazas abiertas al entorno. El segundo piso lo destinaron a la habitación principal y a una segunda alcoba más pequeña, mientras el altillo —en el tercero— tiene un último cuarto para invitados.

La geometría triangular de la sección determina la espacialidad del proyecto y define su sistema estructural a partir de la repetición lineal del mismo módulo. Por otro lado, la reducción del área a medida que se asciende controla los tamaños de cada estancia en cada nivel, de tal manera que la sala ocupe el espacio más grande.


Detalles de la arquitectura de la cabaña

La apuesta de los arquitectos por una construcción compacta y horizontal les permitió aprovechar al máximo el poco espacio plano disponible en la parcela, al tiempo que la superposición de plantas en altura confiere un sentido vertical a la obra.

Así, este refugio aparece como un objeto suelto en medio del paisaje montañoso y boscoso de la región, con una volumetría equilibrada y fachadas que alternan la transparencia con la opacidad para establecer un diálogo con el lugar.

En cuanto a su estructura portante, la construyeron con vigas de madera y amarres de acero. La madera fue el material utilizado también para los revestimientos interiores y algunas partes de la fachada, en tanto que la cara inclinada que protege los espacios privados se cubrió con teja metálica y vidrio.

Así mismo, implementaron el color negro para unificar la paleta de materiales y lograr que el proyecto se perciba como un objeto casi escultórico; por el contrario, el tono natural de la madera en el espacio interior crea un ambiente cálido.

Este refugio de montaña reformula los elementos tradicionales de la cabaña —las fachadas en madera, el techo a dos aguas, la terraza exterior— y los unifica gracias a su sección. Aquí forma, espacio y estructura son lo mismo, una sola acción geométrica que define y resuelve los aspectos técnicos, estructurales y espaciales del encargo.