La arquitectura es muchas cosas. Es una técnica que nos permite habitar el mundo sin sufrir los embates de la intemperie. Es también el lugar de nuestra cotidianidad, ya sea en el ámbito privado del hogar o en la esfera pública de la ciudad. Es una actividad sujeta a las fuerzas del mercado, que se comporta a menudo como una inversión.

Es una disciplina que atraviesa la existencia humana, pero, al mismo tiempo, siempre ha dialogado con el paisaje, pues toda buena arquitectura se nutre del sitio que ocupa: el clima, la cultura y la disponibilidad de técnicas y materiales presentes en el sector la determinan.

Para Juan Camilo Llano, director del taller Llano Arquitectos, de Medellín, “hacer arquitectura es saber observar”. Esta postura le ha permitido diseñar, durante las últimas dos décadas, proyectos residenciales multifamiliares y unifamiliares que recogen los valores del entorno.

Una casa para la vida familiar
Esta casa, ubicada en La Siria, en el suroeste de Antioquia, reproduce con sus cubiertas la geografía montañosa de la región, donde se destaca el cerro Tusa, una montaña de forma casi piramidal. Diseñada como una residencia de recreo para una familia belga radicada en Medellín, la obra se encargó como un espacio para la vida familiar y social, con habitaciones para invitados.

Esto conduce a una implantación en el lote de manera fragmentada, donde las estancias se separan y se conectan a la vez mediante patios y corredores abiertos al cielo, animados por vegetación.

El arquitecto aprovecha la pendiente de la parcela para enterrar parcialmente los volúmenes y diseñar una escalera descendente que invita a entrar a la casa. Esta configuración disgregada, que recuerda los complejos hoteleros tropicales, ofrece una vida doméstica intermitente entre el exterior y el interior.

Como respuesta al clima cálido del lugar, con temperaturas entre los 25 °C y los 35 °C, plantearon cubiertas a dos aguas en las alcobas y la zona social, con una altura de 7,50 metros en la parte más elevada.

Esto hace posible mantener una temperatura fresca en el interior, con el complemento de un sistema de ventanas altas motorizadas que evacúan el aire caliente y persianas en los muros de fachada que garantizan la ventilación cruzada. Los corredores y áreas de servicio conservan una altura libre de 2,70 metros, que contrasta con los otros ambientes, lo que genera un cambio de escala al moverse por el espacio.

La materialidad del proyecto produce una expresión monolítica que desdibuja la separación entre muros y techos. El revoque gris de las fachadas armoniza con las placas de cubierta en Durapanel —láminas de poliestireno expandido y malla de acero—, revestidas con concreto impermeabilizado, montadas sobre cerchas de madera y rematadas con una cumbrera en lámina de acero que se dilata de la estructura para ventilar el espacio. Los corredores abiertos están cubiertos con pérgolas de concreto y madera para filtrar la luz del sol.

Detalles de la arquitectura de la obra
El interior, salpicado de jardines, gestiona la penumbra gracias a la perforación de los volúmenes. Aquí hay un entendimiento claro sobre el papel que desempeña la sombra como regulador de la temperatura. Los acabados de pisos y muros establecen un sentido de continuidad con los materiales exteriores y dotan al espacio de austeridad.

Por su parte, la geometría de la planta y la posición de los cuerpos sugieren una casa que se comporta como una pequeña aldea, donde cada una de las piezas se articula a lo largo de un corredor atravesado perpendicularmente por el eje del acceso, que remata en una terraza con piscina.

La trayectoria de Llano Arquitectos, caracterizada por la exploración de volúmenes unitarios, empieza con esta obra una etapa de reflexión en torno a la fragmentación de la arquitectura como respuesta al contexto tropical.

En este proyecto se establecen múltiples vínculos con su entorno. En un ejercicio de síntesis, se responde al clima y a la geografía mediante la repetición del arquetipo del techo a dos aguas, aquí reimaginado desde el punto de vista constructivo.

Se sumerge en la pendiente del lote, para luego fraccionar su programa y permitir que la vegetación se mezcle con las estancias íntimas y sociales. Las montañas quedan calcadas en su silueta y el paisaje encuentra un eco en sus formas.

Cinco puntos para destacar
1. El cliente, una familia belga que vive en Medellín, quería una casa de recreo en la que se pudiera disfrutar de una vida social integrada al entorno.
2. La volumetría y la espacialidad del proyecto surgen a partir de una lectura sensible del lugar por parte del arquitecto encargado de la obra.
3. La temperatura en el interior se reguló con la implementación de techos altos y un sistema motorizado de ventanas que evacúan el aire caliente.
4. Debido a la fragmentación de los volúmenes, las estancias se articulan por medio de corredores abiertos y espacios intermedios.
5. El desarrollo constructivo de los techos permitió una materialidad unificada en el proyecto.