Los directores de HW Studio habían oído hablar mucho del Museo Paula Rego, diseñado por Eduardo Souto de Moura, y tuvieron la oportunidad de visitarlo hace unos años. Al entrar en el museo, se sintieron inmediatamente conmovidos. Bajo una de las pirámides, los envolvió una sensación de asombro y serenidad indescriptibles. Esta experiencia se convirtió en una parte fundamental al diseñar esta casa, ya que la firma buscaba transmitir los mismos sentimientos en esta nueva obra.

La luz se filtraba suavemente a través de un tragaluz alto y caía como rayos dorados sobre las superficies del museo. Parecía como si cada rincón del edificio estuviera bañado por una luz suave, aterciopelada y cálida que tocaba todo y lo llenaba de vida.

La forma en que la luz descendía de esos techos era relajante, creando sombras y reflejos que danzaban por todas las paredes y pisos. Estas características del diseño hacen sentir a los visitantes acogidos y protegidos.

En este fascinante mundo de la arquitectura, diversos encuentros pueden conmover nuestro ser interior; la luz y el espacio se convierten en elementos que despiertan emociones y crean experiencias transformadoras. Es en este contexto que HW Studio presenta su proyecto, Casa Emma.

La arquitectura de la casa
En este proyecto, la firma buscó transmitir esa sensación de serenidad y calma a través de la luz. Exploraron cuidadosamente cómo capturar la luz descendente, creando una experiencia inmersiva que busca conmover a quienes ingresan a la casa, tal como ellos mismos fueron conmovidos.

Sin embargo, a diferencia del museo de Eduardo, en Casa Emma se percibe un ejercicio de excavación al excavar un vacío en forma de granero purépecha, llamado Troje, al que Emma sentía un cariño y apego especial. Por ello, el interior está realizado íntegramente en madera, buscando acentuar este concepto y hacerlo más evocador de aquellas construcciones tradicionales, con un sentido de respeto y continuidad, pero sin dejar de transmitir la misma sensación de serenidad y calma a través de la luz que experimentaron los arquitectos aquel día.

Al estar ubicado en un terreno pequeño de 4.00 metros x 10.00 metros de fondo, era necesario no sólo resolver la iluminación y ventilación de manera cenital, sino también ser muy eficientes con el uso del espacio. Al frente se colocó un corredor de acceso que permitía el ingreso y ocultaba la cubierta, que se descubre más adelante.

En el centro, un espacio diáfano alberga la sala, el comedor y la cocina sin divisiones entre ellos que evacuen el espacio. Al fondo, se oculta el refrigerador y se ubica el cuarto de servicio y almacenamiento, junto con la circulación vertical, o escalera, que conduce al ocupante a un pequeño vestíbulo. A su vez, ese camino conduce al baño completo y al dormitorio en el nivel del entrepiso.

Ese espacio es significativo en términos de diseño, ya que es el único elemento con una materialidad diferente: un volumen blanco que flota dentro de la casa. La elección del cambio de material busca difuminar su presencia o hacerlo parecer más liviano, como si fuera un trozo de algodón flotando en el espacio. Para lograr este efecto, era fundamental que la luz difuminara sus límites a través de la reflexión.

La intención del estudio con este proyecto es ofrecer a los visitantes una experiencia que despierte emociones e invite a la contemplación, intentando transmitir la misma experiencia que ellos mismos vivieron ese día en Cascais. La casa es una invitación a sumergirse en un mundo donde la luz se convierte en lenguaje de emociones y de conexión con uno mismo; un espacio que rinde homenaje a la belleza de la luz y a Emma, que ahora nos recibe desde el cielo.