La habilidad innata de la diseñadora Susana Mejía para transformar espacios sin gastar una fortuna caracteriza sus proyectos. Radicada en Medellín, Mejía ha desarrollado un olfato para detectar lugares en ruinas y olvidados, viéndolos como oportunidades de evolución. En este penthouse, de 278 metros cuadrados —más 70 metros de terrazas—, ella no solamente concibió una idea de inversión, sino que también se imaginó viviendo en él.

“Cuando buscas proyectos para reformar, por lo general son aquellos con las fachadas más intimidantes los que finalmente te sorprenden más, y este caso no fue la excepción”, cuenta la diseñadora. Ubicado en una de las zonas más exclusivas de Medellín, este edificio, con más de cuatro décadas de antigüedad, data de una época en la que el ladrillo, las áreas compartimentadas y la escasa luz interior predominaban en la ciudad.

“Era un lugar abundante en pisos de mármol beige y granito, que, a pesar de su calidad y valor, no los quería aquí; se fueron junto con muros, columnas y espacios pequeños e innecesarios que bloqueaban la entrada de la luz natural”.

Después de la remodelación, el inmueble se convirtió en un gran espacio de áreas abiertas y generosas. En la primera planta, desde la entrada, una imponente escalera metálica de estilo industrial marca el ritmo en la propuesta de interiorismo de Mejía. “La quise verde oliva para camuflarla un poco entre todo el color que rodea las cuatro fachadas del apartamento”.

Medellín es una ciudad botánica, envuelta en una inmensidad natural en la que es común asomarse a la ventana y tocar los árboles circundantes. Por tal razón, una mezcla de microcemento y estuco tierra en las paredes de este apartamento le añaden textura al vasto espacio. Para los pisos, Susana optó por rescatar las maderas originales en los ambientes que pudo, en tanto que en los otros continuó con el acabado industrial del cemento fundido.

La cocina es un sitio especial. Es generosa, dinámica y con una gran vista sobre las copas de los árboles del barrio El Poblado. “Cuando fuimos destapando techos, encontramos esta estructura en concreto y nos encantó, por lo que la volvimos parte esencial del diseño”.

Pero pese a tener esta panorámica natural, es tal la necesidad de Susana de convivir con el verde que decidió plantar un árbol de olivo entre el salpicadero y la mesa de comedor auxiliar para sentirse realmente en un espacio propio. Conectado a este ambiente está un comedor de ocho puestos de la marca de diseño Diamantina y La Perla —de la que Susana es la directora creativa—, así como una terraza, el baño social, el salón principal y un estudio.


El segundo nivel del penthouse

En la segunda planta, el proyecto se extiende a lo largo de un amplio pasillo de alcobas que alberga dos habitaciones principales —con sus respectivos baños—, una oficina y varias terrazas.

Arriba, la conexión con la naturaleza sigue siendo esencial. “Descubrimos un jardín interno que estaba entre dos de las habitaciones y decidimos rescatarlo. Por eso, a una de las alcobas le añadimos una ventana circular interna de vidrio martillado, que conecta con este nuevo espacio de la segunda planta”, explica la diseñadora.

Este dormitorio, en particular, tuvo una extensa transformación. “Por alguna razón que no comprendí, la antigua propietaria había cubierto las ventanas con drywall. Cuando descubrimos el gran ventanal que teníamos a nuestra disposición, nos llenamos de alegría. Ese fue el sentimiento general durante todo el proceso. Lo que encontramos fue una joya que hoy en día disfrutamos tanto que no queremos salir de ella”.

Cinco puntos para destacar

1. Este penthouse tiene 278 metros cuadrados, más 70 metros de terrazas.
2. Una escalera verde oliva de estilo industrial marca el interiorismo del apartamento.
3. El espacio era compartimentado y la luz interior escaseaba antes de la reforma.
4. Al destapar los techos, encontraron la estructura de concreto que compone la cocina.
5. En la remodelación rescataron un jardín interior que estaba entre las alcobas.