Uno de los valores de la buena arquitectura es la capacidad de hacer síntesis. A menudo, los edificios tienen usos, espacios y requerimientos diversos que se deben controlar desde la geometría, los materiales y las tipologías espaciales para que el proyecto no se convierta en una colcha de retazos. Esto es particularmente cierto en las obras públicas, pues sus múltiples dependencias dificultan esta labor.

La propuesta ganadora del concurso para el diseño del nuevo Centro El Camino (Bogotá), desarrollada por la firma antioqueña FP Arquitectura, que lideran los arquitectos Iván Forgioni y José Puentes, logró desde su concepción articular tres entidades en una sola construcción, que se vincula con el entorno para generar una arquitectura abierta y controlada al mismo tiempo.

El Camino es un centro de asistencia e integración social que reúne a los centros Vida, Día y Protección. En el primero de estos se atiende a antiguos habitantes de calle en proceso de resocialización, en Día se ofrece atención diaria a adultos mayores y en Protección se alberga en habitaciones a adultos mayores en estado de vulnerabilidad.

Puentes y Forgioni diseñaron un solo edificio con una planta en forma de H, que dispone a los centros Vida y Protección en las barras laterales para luego conectarlos mediante la central, que contiene las instalaciones de Día. Así, cada dependencia ocupa un ala específica del proyecto de modo separado, pero en un solo volumen.

Gracias a la geometría de la planta, aparecen dos ambientes a cielo abierto. Hacia la vía, una plazoleta inclinada se conecta con el espacio público y configura el acceso a la zona central, mientras las alas laterales, al quedar suspendidas, liberan el primer piso y definen sus accesos de manera independiente.

Por otro lado, hacia la parte posterior del predio surge un patio privado para el disfrute de la comunidad, donde conservaron un urapán y otros árboles existentes. La forma del edificio permitió a los arquitectos agrupar en construcciones todas las áreas en función de sus usuarios, para luego crear lugares urbanos y de integración entre estas. Dos arquitecturas, la de los cuerpos construidos y la de los vacíos entre estos, conviven en simultáneo.
Romper la homogeneidad: detalles del diseño
Los dos primeros pisos congregan una serie de aulas, comedores y áreas de cocina y servicio. Los niveles superiores los destinaron al alojamiento, que tiene doscientas habitaciones y áreas de apoyo. Un corredor central conecta las alcobas, mientras pequeñas salas colectivas rompen el ritmo de la planta y articulan la sección gracias a sus dobles alturas. Esto produce una secuencia de espacios para la integración y la pausa que dibujan en las fachadas una colección de balcones profundos y patios.

La aparente homogeneidad del proyecto se rompe con un juego de vanos. Además, aparecen escaleras en los extremos de las barras laterales, que trascienden su simple función como conexiones verticales y generan ambientes de encuentro en medio de vacíos de gran altura, orientados hacia el exterior. Son los espacios de socialización los que fracturan y entretejen esta arquitectura de la repetición del módulo habitacional.

En lo que tiene que ver con lo material, el ladrillo y el vidrio unifican las fachadas y contienen la diversidad espacial y programática del interior, haciendo eco al mismo tiempo de la tradición constructiva de Bogotá. La obra se muestra austera hacia el exterior y conserva una altura mesurada en comparación con las construcciones vecinas.

Con este proyecto de 11.500 metros cuadrados, FP Arquitectura propone un edificio concebido como un ensamble de cajas que se deshacen en los momentos donde la vida colectiva se materializa. El rigor de la modulación espacial convive con la libertad que transcurre entre patios, puentes y vacíos, donde el afuera y el adentro se confunden. Una sola forma, una sola estrategia que sintetiza y cualifica todos los aspectos del encargo y entrega, además, estancias para el intercambio social a manera de asistencia.

Cinco puntos para destacar de este edificio
1. El Centro El Camino congrega tres dependencias de la Secretaría de Integración Social de Bogotá, que se encargan de atender a exhabitantes de calle y adultos mayores.
2. La forma en H del edificio hace posible la sectorización eficiente de sus funciones y la disposición de dos vacíos para el encuentro de la comunidad que lo usa.
3. El ladrillo como material de fachada responde a la tradición técnica de Bogotá.
4. Las escaleras desempeñan un papel protagonista en los espacios de socialización y encuentro en el proyecto.
5. Por medio de esta obra se proponen ambientes exteriores que promueven la vida colectiva de sus usuarios.